Entre el sano oculto y el héroe público se encuentra el sabio discreto, aquel que conoce por la necesidad de conocer. Es quien cree en algo que la modernidad y su secuela han vuelto un desprecio histórico, una verdad desplazada, una ignorancia común: el ser se realiza en la comprensión. Hoy, que casi nadie se ocupa de ello, unos pocos siguen empeñados en dicha tarea, la misma de Sócrates antes de morir: aprender a toca la flauta. ¿Para qué? Solamente para hacerlo y así enriquecer, realizar la persona, darle sentido a su estar en el mundo, a su condición de existir.
Postulando una pregunta ontológica (la naturaleza del ser en cuanto tal) equivalente a la perplejidad occidental, que dio origen a la filosofía: ¿por qué existe algo y no más bien nada?, Vital interroga y ensaya la obra de tres autores rusos esenciales del siglo XIX, proponiéndose resolver lo que define de antemano como una imposible: «rastrear los motivos fundadores de todas las violencias que llegan a nuestros días».