car Wilde y de Swinburne —o de Fingal O’Flahertie y Algernon Charles, como les llamaban ellos, con preciosista familiaridad—. Todas las noches leía enormemente —Shaw, Chesterton, Barrie, Pinero, Yeats, Synge, Ernest Dowson, Arthur Symons, Keats, Sudermann, Roben Hugh Benson, las óperas del Savoy—