En la educación que les ofrecemos hace falta incorporar ese tipo de coraje, conciencia de que todo acaba, certeza de que la vida merece la pena vivirse, sorteando dificultades, amasando buenos momentos; arrojo para hacer frente a fantasmas y demonios; agudeza para elaborar sus relatos, reuniendo en esas historias paisaje, viajes, caídas, logros y búsquedas; coraje para conquistar su libertad, tomar decisiones y estar en sintonía con ellos mismos. Necesitan, como decía Nietzsche,40 tener alas para volar y ensayar vuelos, formas, ritmo y velocidad. Hombre, mujer, homosexual, bisexual, distintos géneros, identidades y orientaciones definirán en parte el afuera, y eso también es vértigo. Eros, el otro. El diferente a mí, una posibilidad de encuentro, la perspectiva de conocerme en profundidad. El deseo. ¿Cómo tendrán conciencia de sus propios bordes si no se exponen a lo distinto? El peligro. Si convivieran en una masa de iguales, no haría falta probarse ni reconocerse. Permitir ese tránsito libre entre una imagen y otra debiera ser parte de cualquier proyecto educativo, que se ejercitara en la comunidad escolar, en la convivencia con compañeras y compañeros, que cada encuentro formara parte de esa línea que dibuja, que va, poco a poco, dotando de contornos. Para eso está el arte, la música, la danza, el teatro, la pintura, el dibujo, está la posibilidad de fabular y recorrer otras galaxias, otros espacios simplemente siguiendo la cadencia de una mano. Y están los libros.