La mayoría de las noches seguía siendo ella quien se metía en la cocina a preparar todo desde cero y con la radio como única compañía. Todo ese ir de acá para allá y todas esas compras; todas esas excursiones de última hora a la caza de una cabeza de ajo; todo ese espacio que ocupaban en la cabeza los detalles insignificantes sobre lo que se comerían sus hijos y lo que no. Hay tantas mujeres que han dimitido de la carga de la cocina, observó mi amiga; y bien por ellas. Por un lado, le encantaría hacer lo mismo y, sin embargo, a pesar de su enfado, había algo que todavía la hacía retroceder y regresar a la cocina y al valor de la comida cocinada en casa