Nermin Yıldırım nos arrastra de la mano de Adalet, una mujer herida y difícil que trata de vivir sin tocar a nadie, recelosa del mundo exterior, a través de una Turquía de topónimos disfrazados que, como ocurre con la paradoja de los edificios empaquetados por los artistas Christo y Jeanne-Claude, lejos de velarla nos la descubren. Y es desde esa Turquía que podríamos considerar erróneamente lejana que Nermin nos devuelve a nuestro propio contexto y nos enfrenta a una realidad preocupante que parece ir ganando terreno en tantas partes en nuestro mundo moderno. Una realidad donde nuevos moralismos y autoritarismos se superponen a viejos patriarcados machistas.
La gran literatura se reconoce porque transciende el contexto personal y las circunstancias de quien la produce y es, por esto mismo, capaz de interpelar a toda persona que la lea en cualquier tiempo y lugar. Y esto lo consigue sin duda Nermin Yıldırım en su obra Sin tocar.