Esta es una novela extraña que me mantuvo entretenido todo el rato aunque sentía que los sucesos no contribuían a resolver el caso del protagonista. En lugar de ello, Kafka parece estar buscando un curso natural de los hechos que no logra encontrar, pareciera que quisiera buscar un camino cada vez más adecuado hacia el final que ya había planteado, y no lo puede lograr. Esto me recordó mucho a lo planteado por Camus en el Mito de Sísifo cuando habló de los autores y sus obras: que, en realidad, las obras de este talante, siguen su propio curso cuando el autor deja de intentar encontrarse a sí mismo en su obra, y trata más bien de que los acontecimientos se apropien de sí mismos. Esta obra nos narra el proceso judicial de un hombre que no sabe por qué razón ha sido acusado ni por quién ha sido acusado. Hay varios personajes que son importantes en su vida y que contribuyen a que la historia siga un curso, pero que termina siendo infructuoso. Hay personajes que se presentan y que no vuelven a aparecer aunque se les haya prometido un reencuentro, y también decisiones inalterables que el protagonista toma pero que no termina por ejecutar realmente. Todo parece una total metáfora de la vida, como si todos los seres humanos fuéramos continuamente acusados culpables de algo que desconocemos y que, aunque nosotros tengamos la certeza de nuestra inocencia, todo a nuestro alrededor parece ir en contra de esa inocencia. El sistema burocrático que se nos presenta no parece ser más que una excusa para representar este mundo insano que se apodera de nosotros y nos somete. Es complejo, muy complejo este libro, pero brillante. Al final creo que el libro termina siendo lo que pretendía ser, un camino sin rumbo ni término.