El Danubio, que ha sido calificado como «un maravilloso viaje en el tiempo y el espacio», enlaza con el «tourisme éclairé» de un Stendhal o un Chateaubriand, e inaugura un nuevo género, a caballo entre la novela y el ensayo, el diario y la autobiografía, la historia cultural y el libro de viajes. En palabras de su autor, el libro es «una especie de novela sumergida: escribo sobre la civilización danubiana, pero también del ojo que la contempla», y fue redactado «con la sensación de escribir mi propia autobiografía». Paisajes, pasiones, encuentros, reflexiones: El Danubio es, pues, el relato de un «viaje sentimental» a la manera de Sterne, en el que el narrador recorre el viejo río desde sus fuentes hasta el Mar Negro atravesando Alemania, Austria, Hungría, Checoslovaquia, Yugoslavia, Rumanía, Bulgaria mientras recorre al mismo tiempo la propia vida y las estaciones de una cultura contemporánea, sus certezas, sus esperanzas y sus inquietudes. Un viaje que reconstruye en forma de mosaico, a través de los lugares visitados e interrogados, la civilización de la Europa Central, con la inmensurable variedad de sus pueblos y de sus culturas, captándolas en los signos de la gran Historia y en las mínimas y efímeras huellas de la vida cotidiana, e identificando las nervaduras precisas: la presencia alemana, el peso de las minorías étnicas y de las culturas negligidas, la huella dejada por los turcos, la vigente presencia hebraica.