Victoria Rendle disfrutaba de unos días de descanso alejada de las complicaciones que habían hecho aparición en su vida a raíz de su primer gran éxito como novelista. En poco tiempo había dejado de ser una joven promesa para convertirse en una escritora consagrada. Santiago Arqués era un hombre alto y fuerte, de mentón decidido y rasgos angulosos. Pese a estar perfectamente afeitado, se podía intuir que tenía una barba poblada y oscura, como su ondulado cabello, que llevaba más corto por el cuello y algo más largo, aunque muy cuidado, en la parte superior de la cabeza.