El manso, al estar dotado de autoestima y sabiendo juzgar perfectamente el comportamiento de los otros, no tiene necesidad de estar siempre en guardia contra el inexistente reconocimiento de su importancia y no es sensible a los insultos menores o carentes de fundamento. El manso no es vengativo y tiende a perdonar, pero mantiene siempre tensos los nervios del alma para combatir la injusticia.