Me gustó. Aunque hay que advertir que es un libro asfixiante. Hay soledad, tristeza, hartazgo, cansancio, ira, duelo y un poquito de felicidad. Un retrato intimista muy duro de las maternidades solas frente al estigma y la inequidad social. La madre que protagoniza este libro no es una madre abnegada; es una madre cansada y sobrepasada por la crianza de su hija. Con un padre ausente e irresponsable, con una doble jornada laboral (el trabajo y el hogar), con hombres que pretenden ordenar su vida y aleccionarla para que no se divorcie, con conocidos y desconocidos que la menosprecian y se atreven a indicarle cómo ser una “buena madre”. Las luces que se suceden en la novela reflejan los buenos y malos momentos de la protagonista mientras intenta descubrir cómo vivir por sí misma, cómo convivir con su hija (ese otro que a veces es asfixiante, hiriente, desconocido) y cómo hacerse cargo de su propia felicidad.
Este libro es un retrato de una maternidad honesta, una maternidad sin idealizar las relaciones con los hijos. Una maternidad que no romantiza sus procesos y por lo tanto, a veces parece cruel.
La historia de una madre que nunca maduró y no le importa su hija. Pésima.