Era cierto que había deseado el divorcio, pero ahora, en contra de ese deseo, tenía la sensación de que quizá no debíamos hacerlo, que a lo mejor los dos deseábamos otra cosa en realidad. Quise abrazarme a su pecho y decírselo a gritos. Pero lo único que hice fue quedarme sentada cabizbaja frente a él.