Internet no es la causa fundamental de que estemos quemados, pero su promesa de «facilitarnos la vida» está profundamente podrida y es la responsable del espejismo de que «hacerlo todo» no solo es posible, sino obligatorio. Cuando no lo hacemos, no echamos la culpa a las herramientas rotas, nos culpamos a nosotros mismos. En el fondo, los millennials saben que lo que verdaderamente exacerba la sensación de estar quemados no es el correo electrónico, ni Instagram, ni un torrente continuo de nuevas alertas: es el continuo fracaso de no alcanzar las expectativas imposibles que nos hemos impuesto