Tras la Constitución de 1987 los sandinistas se enfrentaron a un dilema único en la tradición revolucionaria latinoamericana: la propia red internacional de apoyo, creada desde fines de los años setenta (la Francia de Mitterrand, la España de González, el México del PRI, la Venezuela de Jaime Lusinchi, la Costa Rica de Óscar Arias…), comenzó a persuadir a los sandinistas de ser leales al nuevo régimen constitucional y convocar a nuevas elecciones.32 Aquella guerrilla transnacional se veían ahora colocada en la disyuntiva de seguir al pie de la letra la experiencia de Cuba, su principal aliado ideológico, político y militar en el último tramo de la Guerra Fría, o corresponder a la persuasión de las democracia occidentales que buscaban distender las relaciones con Estados Unidos a partir de un nuevo proceso electoral, con las reglas del juego equitativas propiciadas por la Constitución de 1987.