«Todo empezó el día que morí, ¿recuerdas? Apenas abría los ojos a la muerte, con un parpadeo salado que me decía estoy aquí, estoy allí; que me enseñó un pedazo de sol que se apagaba entre restos de nubes grasientas. Todo empezó ese día, el día que morí, ¿lo recuerdas? Estaba tumbado en la orilla de rocas del acantilado. Mis miembros, pesados por el agua, por la ropa empapada adherida a ellos, se desmadejaban inertes sobre las piedras. (…) La noche llegaba en una carroza sucia de gris decadencia. ¿Eres tú la muerte?, le dije. (…) Ella respondió que no».
Así comienza este relato que es una telaraña, un salto, una telaraña-relato donde poder ser narrado (suspendido) en aquellas vidas que siempre soñaste vivir, ¿recuerdas?