La protohistoria en la península Ibérica

Las bibliotecas y la Wikipedia eran dos de las utopías reales favoritas de Erik.

La burbuja marxista ya había estallado, supuestamente el colapso de la Unión Soviética significó el fin del marxismo, aunque Erik lo vio como la liberación del marxismo respecto del opresivo dominio ejercido por la degenerada ideología soviética.

La tarea para los anticapitalistas progresistas que intentan construir una política pensada para erosionar el dominio del capitalismo es incluir programas de reforma explícitos que reconozcan estos intereses identitarios y los conecten con el programa de erosionar el capitalismo, en especial valorando activamente el acceso igual a las condiciones sociales y materiales necesarias para disfrutar de una vida próspera.

Para que esto ocurra, las protestas externas deben ir ligadas a partidos políticos capaces de aprobar la legislación necesaria y de aplicar nuevas reglas del juego.

Las protestas y las movilizaciones fuera del Estado pueden ser eficaces para bloquear ciertas políticas estatales; no son en sí mismas eficaces para cambiar firmemente las reglas del juego de manera progresista.

La desilusión con la capacidad de dichos partidos para mejorar la vida de la mayoría de los trabajadores crea un vacío político que permite al populismo de derechas ganar terreno

No es así como ha evolucionado la estructura de clases del capitalismo en los últimos 150 años. En lugar de aumentar la homogeneización de la clase trabajadora, la estructura de clases ha adquirido tal complejidad que debilita el sentimiento compartido de destino y condiciones de vida.

la cuestión universal de las limitaciones de tiempo y energía para los individuos que viven su vida, de un lado, y las cuestiones más específicas del consumismo y el individualismo competitivo, de otro, crean un entorno difícil para la movilización, en los países capitalistas contemporáneos, de unos actores colectivos de carácter político que sean coherentes.

La brecha entre vidas privadas y participación pública siempre es un problema. Se ha dificultado más en una sociedad consumista, que lleva a la gente a creer que la felicidad y el bienestar personal dependen en gran medida de su nivel de consumo, en especial cuando esto va combinado con mercados de trabajo altamente competitivos, en los que la adquisición de medios de consumo privados depende de la capacidad de cada individuo para competir con los demás.

Este terreno plantea tres retos principales a la tarea de construir actores colectivos capaces de sostener la acción política: 1) superar las vidas privatizadas; 2) construir solidaridad de clase dentro de estructuras de clase complejas y fragmentadas; 3) forjar políticas anticapitalistas en presencia de formas de identidad diversas y rivales, no basadas en la clase