Esa noche, nuestro Noé durmió más tranquilo. Y, al despertar, no pudo evitar pensar en Scherezada, aquella mujer del lejano oriente que había inventado Las mil y una noches para evitar que un malvado sultán le cortara la cabeza. Su abuelo les había narrado a él y a Mariana varias historias de Las mil y una noches, como la de "Aladino" o la de "Alí Babá", antes de dormir. Y Noé no pudo evitar recordarlas mientras, recostado, miraba al techo y se llenaba la mente de cuentos fantásticos, historias imposibles, anécdotas maravillosas. La cabeza se le pobló entonces de jirafas, tigres, monos, arañas, leopardos, Noé y la esposa de Noé, los hijos de Noé y las esposas de los hijos de Noé, gorilas, gansos, elefantes y cientos y cientos de posibles personajes que, probablemente, le ayudarían a hacer su encierro menos espantoso.
Carlos entró con el desayuno. Lo puso en el buró