Contra toda evidencia, y contra toda lógica, los profetas y evangelistas digitales siguen empeñados en que esto (internet) acabará con eso (el libro), y ya cantan el réquiem (¡pero desde hace cuánto!) por un difunto que aún no es y que, quizá, nunca sea. La verdad es que, para muchísimas personas (tal vez cientos de millones), el libro (y especialmente el libro en papel) siempre ha estado muerto, pues nunca fue para ellas necesidad ni gozo: no se hicieron lectoras habituales de libros ni siquiera por entretenimiento. Esos profetas se cuidan de admitir que ni siquiera el audiolibro sustituyó al libro en papel, del mismo modo que el avión no mató a los trenes ni los automóviles a las bicicletas. Cada cual tiene la vida que se merece ¡Y hoy los trenes vuelan o, al menos, levitan, a velocidades cada vez mayores! Aquí se confirma que se siguen publicando más libros y que las mejores obras de todos los tiempos siguen ampliando nuestros horizontes y dando profundidad a nuestra existencia.