Los nombres que fuimos, son una catarsis exacta y hermosamente escrita, un bálsamo exorcizante para anestesiar el profundo dolor que implica amar y perder al ser amado. Dice Victor Frankl que el otro es insustituible e irremplazable para quien le ama, y la lectura nos lleva hacia una reflexión poética sobre las relaciones truncas, las rupturas y los renacimientos, a través de una sorprendente, lúcida y bella voz lírica.
“Palabra precisa empeñada en nombrar el desencuentro de maneras inauditas que sorprenden por su originalidad en las que el desamor se muestra, una y otra vez, en el decir despiadado de la poeta que se encumbra en la solitud de su desamparo con valentía insólita. Apuesta desmedida contra la muerte que deja el otro, con su partida.” Jenny Asse Chayo.
En la poesía de Valeria se entreteje el amor, la nostalgia, el miedo, la ira, la ausencia, la incomprensión, la tensión pero también el anhelo mágico de volver a sostener una conversación última con el amado, mensajes que perduran como un monólogo descarnado y silencioso, alucinante y místico, creativo y desolador.
“besame — pide Valeria — quizá en tu lengua encuentre la clave descifrante de este extático paraíso insomne”
Palabras esenciales, poesía de una delicada y perfecta belleza tímbrica, que desnuda el alma y transparenta los enrevesados misterios del amor.