El último inquisidor de Jorge Andrés Hernández, más allá de ser un libro polémico, es un libro ilustrado e inteligente, que rastrea de dónde vienen las ideas de Alejandro Ordóñez. "¿Es Alejandro Ordóñez un fundamentalista o se trata de una campaña difamatoria contra un hombre que simplemente sostiene profundas convicciones religiosas", se pregunta el autor. Sin la furia de los extremismos, ni en un lenguaje panfletario, las reflexiones del libro son contundentes: es un hombre sectario, creyente más en la ley divina que humana, que considera que el demonio llegó al mundo con la Revolución Francesa. Un entrañable perfil que desvela a un personaje arbitrario, muy cercano a las ideas de monseñor Lefebvre, Laureano Gómez y otros personajes reaccionarios, que presienten la modernidad como la perdición del ser humano.