En su juventud, cuando no sabía muy bien qué hacer con su vida, la parisina Paula Krast se marchó a Bruselas a estudiar arte. Allí conoció al tímido Jonas, por el que sintió un deseo no siempre correspondido, y a Kate, una escocesa pelirroja y escultural. El trío selló su amistad en esos años repletos de entusiasta creatividad y de sueños que después, con el tiempo, no siempre llegaron al puerto previsto.
Paula, que trabaja con la técnica del trompe-l’œil –es decir, con la pintura que imita a la realidad engañando al ojo humano; que, siendo representación, busca la apariencia de realidad–, seguirá un periplo vital que la llevará a los legendarios pero ya decrépitos estudios de Cinecittà en las afueras de Roma –donde trabajará en los decorados de Habemus Papam de Nanni Moretti y vivirá una fugaz relación amorosa con un italiano–; a Moscú, donde se está rodando una versión cinematográfica de Anna Karénina, y finalmente a las cuevas de Lascaux, donde nuestros lejanos antepasados pintaron escenas en las paredes para contar su historia, donde la necesidad de narrar para dar sentido a nuestras vidas dejó un testimonio primigenio…
Esta novela sutil y bellísima, rebosante de matices, nos habla de los sueños juveniles, de la amistad y el amor, de la evolución personal, de recorridos geográficos y vitales, de la creatividad, de la relación del artista con los materiales con los que trabaja, de la realidad y la ficción, del arte como un modo de buscar el sentido de la vida y de entendernos a nosotros mismos, de la necesidad que tenemos los seres humanos de contar historias.