Un tal Lucas traza un itinerario espiritual de lo cotidiano, una carta de navegación ciudadana llena de señas dirigidas al lector como una invitación a participar en el juego. Quizá porque este Lucas —trasunto asistemático de un tal Cortázar— ha hecho todo lo que tenía que hacer y se detiene de vez en cuando para dejar constancia de algo de lo que ha hecho. Caprichosamente, sí, pero también con el admirable rigor de quien fue, en verdad, un maestro. Más que un libro de ficciones, éste es un verdadero manual contra la solemnidad. «En los libros de Cortázar juega el autor, juega el narrador, juegan los personajes y juega el lector, obligado a ello por las endiabladas trampas que lo acechan a la vuelta de la página menos pensada.» MARIO VARGAS LLOSA