Detenerse a observar es la actividad predilecta del poeta Fabio Morábito. En la quietud, en el silencio, en la atención total se gesta el poema. La persona a la que alude el título de este libro, {Alguien de lava}, es ese testigo detenido (y que, como la lava, está por petrificarse) que mira las cosas que suceden. Y {las cosas} no es una mera generalización, sino al contrario: es las cosas mismas, los objetos, las menudencias con que la vida se adereza. Los poemas de Morábito comienzan con lo particular (el microscopio) y poco a poco se esponjan, se expanden –con la ayuda de una sabiduría dúctil— y terminan en lo universal (el telescopio).