Cuando los esclavos negros comprendieron que al lado de las ciudades de la colonia estaban las selvas, que al lado de la servidumbre y del látigo estaban Dios, la naturaleza y la libertad, comenzaron a huir a los bosques. Riva Palacio inicia así una nota testimonial que halla su punto álgido en el enfrentamiento entre la comunidad negra liderada por Yanga y la tropa del capitán don Pedro González de Herrera, mismo que terminó con el indulto a Yanga y a los suyos. Luego de este episodio surge, años después, una nueva conjura: la de Los treinta y tres negros.