Si la moral de la Raza de Señores modificó hasta lo más hondo el sentido del pueblo alemán durante el dominio nazi, no podía escapar a esa tremenda tendencia inhumana y cruel la más hermosa profesión del hombre: la Medicina. Al irrumpir brutalmente en el sentido de la vida la honda política racista, estableciendo diferencias insalvables entre los pueblos, rebajando a la mera categoría de animales a muchos de ellos, los nazis derribaron salvajemente los humanitarios principios de la profesión médica. Se perdió para siempre el sagrado concepto que encerraban los preceptos del juramento de Hipócrates, y una nueva ciencia médica vio la luz, aborto infecto nacido de las mentes histeroides de los jerarcas del Tercer Reich. Fue la cohorte despiadada de doctores que jugaron con la carne de los hombres como si fueran conejillos de India, que violaron los más elementales principios de la ciencia humana, que despreciaron olímpicamente el dolor de los cuerpos torturados, las lágrimas de las mujeres y los gritos desesperados de los niños.