El zurcidor del tiempo

La abuela de Camila decía que las personas que siempre quieren tener la razón, terminan por tener sólo eso. Se imaginaba a Silvina sola con su razón y le daba mucha tristeza.

Entonces sucedió algo maravilloso, algo que los uniría profundamente y para siempre. Púrpura se quitó la corona, dejó su cetro y su capa, le dio una mano a Camila y con la otra apretó, con fuerza, su aguja de zurcidor.

Que por cada metro de hilo que pienses usar, debes preparar la misma cantidad de calma y afecto. Si no le tienes cariño a la cosa que remiendas, el remiendo no durará nada, y si no le pones suficiente calma, te puede llevar ocho veces más tiempo. Eso es todo lo que tienes que saber.

Camila comprendió que las palabras mágicas son siempre las más sencillas, las que salen directo del corazón sin pasar por la cabeza.

Camila no entendía que se pudiera ser rey si no se reinaba sobre nada, pero Púrpura parecía encantado de la vida.

Lo vio enseguida, sentado en la mecedora. Pero se equivocó si pensó que lo había encontrado. El duende estaba ahí, aunque en realidad no estaba, o más bien no estaba aunque estaba. Es un poco difícil de explicar: el duende estaba IDO.

Camila comprendió que las palabras mágicas son siempre las más sencillas, las que salen directo del corazón sin pasar por la cabeza.

Lo único que tiene que saber un buen zurcidor son tres cosas:

Uno. Que por grande que sea el problema, es posible remendarlo.

Dos. Que zurcir es una tarea celosa. Eso quiere decir que no puedes hacerlo pensando en otra cosa, porque entonces todo sale mal.

Y tres. Que por cada metro de hilo que pienses usar, debes preparar la misma cantidad de calma y afecto. Si no le tienes cariño a la cosa que remiendas, el remiendo no durará nada, y si no le pones suficiente calma, te puede llevar ocho veces más tiempo.

A Camila le gustaba que sus desgracias se tomaran en serio, así que se sintió muy ofendida por el comentario del duende.

Los problemas son para resolverlos