El problema, pues, no estriba en que Vargas Llosa ejerza la crítica, que es parte de su trabajo como intelectual, aunque corra, como todos, el riesgo de fallar. El problema es justamente el contrario: el que sobreviene cuando no la ejerce y encuentra admirable, por ejemplo, a la ultraliberal Margaret Thatcher, madre del desmantelamiento del Estado británico y azote de las clases populares de su país.