Esta es una grotesca refiguración de la historia familiar de Doyle. Su padre, el artista Charles Altamont Doyle, quizá no tuviera una manía asesina pero era alcohólico crónico, proclive a episodios de trastorno mental y con tendencia, en palabras de Lycett, a un comportamiento «violento y agresivo», y pasó los últimos años de su vida en diversos manicomios, donde se le clasificó oficialmente como «loco»