¿Qué podía replicarle a aquel rostro agrietado por el trabajo, endurecido por los años, dulcificado ahora por sus proyectos fantásticos y que se comportaba como si viviera dentro de ellos? Yo veía el cielo azul y los viejos limoneros, y los hierbajos que gemían a sus pies como un antiguo amor; él ya veía a sus nietos respirando aquel aire a pleno pulmón, revolcándose en la hierba, alimentados por la tierra con la que soñaba.