dolor de siempre que estaba con ella desde que dejó de sangrar, desde que ya no paría, desde que Lázaro decidió quedarse en la terraza y no en la cama a su lado, quizás porque ya no era joven y no sangraba, quizás porque la ausencia de sangre desenmascaraba un olor a vieja que Santa no podía identificar, pero Lázaro sí.