Las cadenas atadas a la roca tiran de él y cae a la piscina. Nikki desciende en picado a por él, trata de agarrar las cadenas y se sumerge en el agua.
Mi visión deja de girar mientras Jeb se sacude en la superficie. Las profundidades chupan y se tragan a mi mejor amigo, a mi ferviente amor, al chico que lo ha dejado todo por mí más veces de las que puedo contar.
El agua se arremolina con burbujas rojas y ácidas.
Aparto la mirada, sollozando, demasiado débil para ver lo que ha quedado de él en la superficie. Sigo escuchando su voz de hace un año en mi cabeza, la primera vez que nos besamos. Estábamos en el País de las Maravillas y le pedí que no me rompiera el corazón. Él me respondió: «Antes me sacaría el mío».