En este segundo intento, con todas las herramientas literarias a mi alcance, busco capturar la memoria de un viaje a través de esta bruma llamada vida. Un viaje donde la intuición, más que el instinto, privilegia la supervivencia gracias a una mágica devoción por los seres amados, los objetos valorados y los tiempos que, aunque aparentemente idos, han perdurado durante seis décadas en los sustratos de un recorrido único: mi vida. La vida, en su esencia, va más allá de simplemente abrir los ojos para luego cerrarlos vil e inútilmente. Es un viaje observado por las miradas acuciosas de jueces implacables, no enemigos, sino los propios seres queridos que, sin saberlo, se convierten en instrumentos de valoración y castigo.
Vidal Gurrola