Obligado por las circunstancias a casarse con Lucrecia Hadley, hija de un acaudalado caballero, el Marqués de Merlyn, se preguntaba desesperado qué podía tener en común con una jovencita inmadura de dieciocho años…, hasta que la conoció, y supo que era una mujer tan hermosa, como sofisticada y desconcertante. “–Sospecho, Lucrecia, que estás tratando de provocarme deliberadamente, y no sé si besarte, o darte una azotaina… — Lo siento, milord, pero tales libertades, por deliciosas que sean, se las permito únicamente a mis amigos íntimos. Y usted…, usted es sólo mi marido…”