—Me arrebatasteis mis sueños. Me arrebatasteis el sueño. Ya es hora de poner fin a todo esto.
Era una mujer muy vieja. Sus dedos estaban retorcidos, como las raíces de un espino. Tenía la nariz muy prominente y los párpados caídos, y, sin embargo, en aquel momento, en sus ojos lucía la mirada de una persona joven.