Él podría haberse quejado toda su vida, toda su juventud, haber seguido a su padre reclamando constantemente, podría haber arrasado este planeta exclamando que la humanidad le debía algo, cultivar rabia y odio, convertirse él mismo en un pisoteador. En vez, hizo de su pena un color distinto a todos los demás, una fuerza intencional que viaja hacia el otro lado, con energía propia, sin transformarse en otra batalla. Evitar la guerra hace al hombre, no pelearla.