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Delphine de Vigan

Las Horas Subterráneas

  • Sócrates Ramírezцитирует2 года назад
    En otro tiempo, quizá habría luchado.
    Pero ya no. Está demasiado cansado.
    Llega un momento en que el precio se ha vuelto demasiado alto. Se ve superado. Un momento en el que hay que salir del juego, aceptar que se ha perdido. Llega un momento en que no se puede caer más bajo.
  • Laura Nocedaцитирует3 месяца назад
    tiempo que han renunciado a sus principios, si por casualidad los tuvieron alguna vez.
  • Laura Nocedaцитирует3 месяца назад
    Laetitia tiene una visión simple de la empresa. Cercana a la que gobierna el mundo de Azeroth: los buenos luchan por hacer respetar sus derechos. A los buenos no les falta ambición, pero rechazan el saqueo y la mezquindad para obtener sus fines. Los buenos tienen ética. No pisotean a sus vecinos. Los malos han dedicado su vida al pantano de la empresa, no tienen más identidad que la inscrita en su nómina, están dispuestos a todo para ascender un escalón o aumentar un coeficiente de clasificación. Hace
  • Laura Nocedaцитирует3 месяца назад
    Solo tiene ocho dedos. Cinco en una mano y tres en la otra. Eso es parte de él, esa parte que le falta, algo definido por sustracción. Es un momento de su vida, una fecha, una hora aproximada. Un momento inscrito en su cuerpo. Restado más bien.
  • Laura Nocedaцитирует3 месяца назад
    mantenerse cerca, no dejarse arrastrar por la masa, colocarse a los lados, permanecer cerca de la puerta. De pronto, la horda se precipita, la adelanta, no lo va a conseguir. El vagón ya está repleto, no queda ni un centímetro cuadrado libre. Y aun así sabe que puede entrar. Hay que forzar. Hay que estirar el brazo, atrapar la barra central, ignorar los gritos y las protestas, agarrarse y tirar. Tirar con todas sus fuerzas para propulsar su cuerpo hacia el interior. Tienen que hacerle sitio. Ante su determinación, la masa cede.

    La señal sonora anuncia el cierre de puertas. Su brazo derecho aún está fuera, no le falta nada. La puerta se cierra a golpes, ignorando gemidos y lamentaciones.

    Mathilde gana cuatro centímetros con su pie izquierdo, empuja por última vez, ya está dentro.

    En el andén, una voz femenina anuncia que el tráfico en la línea 9 vuelve a la normalidad.

    Todo es cuestión de perspectiva.

    En las estaciones siguientes, Mathilde se hunde en el vagón, gana algunos centímetros más, se agarra para no tener que bajar.
  • Laura Nocedaцитирует3 месяца назад
    Por fin, Mathilde percibe un murmullo a la izquierda, cada vez más nítido; los rostros se vuelven, tensos, impacientes: ¡ahí está! Hay que inspirar profundamente, estrechar el bolso contra la cadera, comprobar que está bien cerrado. El metro reduce su velocidad, se detiene, ahí está. Derrama, regurgita, libera la masa, alguien grita «¡Dejen salir!», hay empujones, pisotones, es la guerra, sálvese quien pueda. De pronto, se ha convertido en una cuestión de vida o muerte subir a ese, no tener que esperar al improbable siguiente, no arriesgarse a llegar más tarde aún al trabajo. «¡Dejen salir, joder!» El gentío abre paso de mala gana, no hay que perder de vista la entrada, hay que
  • Katya Velázquezцитирует10 месяцев назад
    El riesgo no es que no te quiera lo suficiente, es que te quiero demasiado.»
  • Katya Velázquezцитирует10 месяцев назад
    La relación amorosa se reducía quizá a ese desequilibrio: en cuanto se quiere algo, en cuanto se espera algo, ese algo se pierde.
  • Sócrates Ramírezцитирует2 года назад
    Siente que esa mujer y él comparten el mismo agotamiento, una ausencia de sí mismos que proyecta el cuerpo hacia el suelo. Siente que esa mujer y él comparten muchas cosas. Es absurdo y pueril, él ha bajado la mirada.
  • Sócrates Ramírezцитирует2 года назад
    todo su cuerpo estaba ocupado en mantenerse de pie.
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