Durante las últimas décadas, la policía de numerosos países se convirtió en objeto de debates públicos en relación con abusos de poder, violaciones del derecho, brutalidad y discriminación. Estas prácticas, que en general recayeron sobre hombres jóvenes de sectores populares, dieron lugar a protestas e incluso revueltas. Sin embargo, fuera del interés que estos episodios generan en periodistas y criminólogos, poco se sabe del accionar cotidiano de la policía. Para comprender las interacciones concretas de sus agentes con parte de la población más marginada, Didier Fassin compartió durante quince meses la rutina de las brigadas anticriminalidad en los suburbios parisinos.
La fuerza del orden es el resultado original y sorprendente de ese acercamiento etnográfico. Lejos de las crónicas mediáticas, las series televisivas o el cine, que presentan espectaculares escenas de persecuciones y arrestos, el estudio revela el peso de los tiempos muertos y el tedio del patrullaje en los barrios, la presión para lograr objetivos prácticamente inalcanzables en términos de casos resueltos, la incidencia de políticas que otorgan poderes arbitrarios a los agentes, la banalización de humillantes detenciones y cacheos, y la espiral de violencia que se desencadena como consecuencia del uso excesivo de la fuerza policial. Al inscribir estas prácticas en el contexto que las hace posibles, la investigación muestra que la labor policial apunta menos a proteger el orden público que a sostener cierto orden social caracterizado por la inequidad y la estigmatización de los grupos vulnerables, en particular entre los inmigrantes y las minorías étnicas y raciales.
Esta obra, rica en hallazgos empíricos y en análisis teóricos, logra volver visible una realidad opaca o soslayada, al tiempo que invita a debatir sobre la manera en que se impone, con alto costo para la democracia, un estado de excepción sobre ciertos sujetos y ciertos territorios.