La nueva arma mortal no esparce isótopos radioactivos: se llama medios de comunicación de masas que, en manos de unas cuantas corporaciones, manipulan a su antojo en función de sus intereses corporativos, en alianza con las más reaccionarias fuerzas políticas. Si cuatro décadas atrás se necesitaban de fuerzas armadas para imponer un modelo político, económico y social, hoy el escenario de guerra es simbólico: no hace falta tanques ni bayonetas sino el control de los medios de comunicación. El terror mediático -cartelizado, internacionalizado— se ha convertido en el disparador de los planes desestabilizadores de los gobiernos populares y restauración del viejo orden neoliberal. Estamos en plena batalla cultural: la guerra por imponer imaginarios colectivos se da a través de medios cibernéticos, audiovisuales, gráficos. Y para pelear esas batallas por la democratización de la palabra y la imagen, hay que aprender a usar las nuevas armas.