Me doy cuenta de que, en ese sentido, necesito cada vez más música en mi vida personal y privada. Puede haber razones triviales y banales: la medianía de edad, la pereza, la presión de la jornada de trabajo en un clima político y económico en el que en mucho tiempo no se ha conocido la calma o el placer. Uno llega a casa y de manera casi instintiva recurre a la música en lugar de tomar un libro difícil o exigente. Y aquellos que escuchan una partitura sin leerla, aun cuando escuchen con amorosa cercanía, están recostados interiormente, son pasivos, como no lo es nunca un lector serio.