Una reflexión constante en cada capítulo
Durante nuestro viaje hemos hablado del valor de ser conscientes de la finitud de nuestra existencia y, por tanto, de la importancia de aprovechar este fugaz paso por el universo que es nuestra vida, viviéndola plenamente. Pero no podemos confundir este deseo de plenitud con el barato hedonismo al que nos empuja nuestra sociedad. Para eso ya están los anuncios de televisión… No se trata, por tanto, de aprovechar el momento llenando nuestra vida con todo tipo de sensaciones y actividades. Un continuo hacer, del que al final solo obtendremos desesperación y un cansancio angustioso. Probablemente una reflexión sobre este tema rondaba la cabeza del insigne poeta español Luis de Góngora cuando escribió una de sus más conocidas letrillas:
¿Arroyo, en qué ha de parar
tanto anhelar y morir
tú por ser Guadalquivir
Guadalquivir por ser mar?
Arroyos condenados a un destino inexorable, no nos conformemos mientras tanto con la superficial vulgaridad ovina que nos rodea. Busquemos la trascendencia, sintamos la profundidad en todo aquello que hagamos, disfrutemos de la densidad propia de la existencia en sí misma. Esforcémonos en ir siempre un paso más allá, recordemos el texto de Kant: ¡qué fácil es hacer lo que nos dicen los demás y qué difícil asumir el control de nuestra propia vida!