La simple presencia de una frontera es una invitación. Vamos, susurra, cruza esta línea. Si te atreves. Cruzar la línea, ya sea a plena luz del día o al abrigo de la noche, aúna el miedo y la esperanza. Y, en alguna parte, está esperando un barquero al que no se le puede ver la cara. La gente muere cruzando fronteras y, a veces, simplemente estando cerca de ellas. Los afortunados renacen al otro lado.