La escritora y activista Elaine Showalter llegará a decir que estar atrapado en el espacio bélico no es muy diferente a estarlo en el espacio doméstico, y comparará el «malestar que no tiene nombre», al que se refería Betty Friedan cuando hablaba de la angustia de las amas de casa encerradas en su jaula dorada, con la neurosis de guerra que afectó a miles de soldados tras la Primera Guerra Mundial. Una locura silenciosa que los convierte en víctimas sumidas en la impotencia y la dependencia absolutas, y que acabará confinándolos a un espacio tan estrecho como el de cualquier ama de casa de principios del siglo pasado. ¿