A veces, cuando me descuido, pienso que la supervivencia es fácil: que lo único que tienes que hacer es seguir moviéndote hacia delante con lo que tienes, o con lo que te queda de lo que te fue dado, hasta que algo cambia, o caes en la cuenta, por fin, de que puedes cambiar sin desaparecer, que lo que tienes que hacer es esperar hasta que la tormenta te pase por alto y veas que, en efecto, tu nombre sigue asociado a algo con vida.