El tercer y más profundo nivel de atención es el correspondiente a la «luz diurna». Me refiero a las facultades esenciales que nos permiten definir a priori nuestras metas y nuestros valores personales, capacitándonos para «querer lo que queremos querer». Cuando se nos enturbia la luz diurna, la distracción que experimentamos es de carácter epistémico. La distracción epistémica consiste en el debilitamiento de las facultades que permiten al individuo definir sus objetivos o perseverar en ellos. Entre estas facultades, esenciales para el ejercicio de la democracia, destacan la reflexión, la memoria, la predicción, el sosiego, la lógica y el establecimiento de objetivos. Es en este plano donde las distracciones propias de la economía de la atención socavan de forma más directa los fundamentos de la democracia.