La obra es una crítica del concepto de resiliencia –habilidad de un sistema para, de forma eficiente, anticipar, absorber, acomodarse o recuperarse de los efectos adversos de un acontecimiento azaroso—, cuya importancia académica y política ha aumentado en los últimos años. Los autores desmenuzan la urdimbre de poder que opera mediante el imaginario de resiliencia; observan el proceso de cambio del liberalismo, desde una estrategia basada en el ofrecimiento de seguridad a una en que se institucionaliza la inseguridad y se celebra la resiliencia de las poblaciones ante las catástrofes.