Adiós, verdes campos y felices arboledas,
donde los rebaños se deleitaban,
donde los corderos mordisqueaban, movimientos silenciosos, los
pies de los ángeles brillaban; Invisibles, vierten bendición, y alegría sin cesar, en cada capullo y flor, y en cada seno dormido.
Miran en cada nido irreflexivo
donde las aves están cubiertas de calor ;
Visitan cuevas de todas las bestias,