Durante un lustro completo, día a día, ayudando en la limpieza del departamento, acompañó a la señora en su llanto porque no podía tener hijos. Sin embargo, la vio, de pronto, ilusionarse con la idea de adoptar. Cuando supo que le darían una niñita, doña Luisa se enteró aun antes que el papá. Aunque la panza de la inquilina no ganaba volumen, fue viendo cómo la bebé iba echando raíces y crecía en su corazón.