El cristal con que se mira

Reconocer el término exacto, bello y justo para nombrar la verdad, es hacer poesía”

—Yo no estoy “malita” —respondió con buen humor—, nomás un poco sorda.

Las cosas importantes suceden el día menos pensado. Esta vez, fue en jueves.

la sabiduría humana está contenida en estas dos palabras: confiar y esperar”

Da más fuerza saberse querida que saberse fuerte.

quien no oía era la única dispuesta a escuchar.

Los problemas eran iguales a los agujeritos en las sábanas. Cuando se acostaba eran casi imperceptibles, en la noche les daba vueltas y cuando amanecía, toda la tela estaba rasgada y sus tribulaciones se habían hecho insolubles.

La azoraba la manera en que elegía palabras breves y esenciales. Su saludo, por ejemplo, no fue el clásico ¡hola! o el convencional ¿cómo estás? Sus manos dijeron claramente:

—¿Dónde está tu sonrisa?

“Reconocer el término exacto, bello y justo para nombrar la verdad, es hacer poesía”, recordó que dijo la seño Rebe. ¿Sabría Larismar que era poeta?

Durante un lustro completo, día a día, ayudando en la limpieza del departamento, acompañó a la señora en su llanto porque no podía tener hijos. Sin embargo, la vio, de pronto, ilusionarse con la idea de adoptar. Cuando supo que le darían una niñita, doña Luisa se enteró aun antes que el papá. Aunque la panza de la inquilina no ganaba volumen, fue viendo cómo la bebé iba echando raíces y crecía en su corazón.

Reconoció sorprendida: no tenía miedo. Da más fuerza saberse querida que saberse fuerte.