Creo, sin embargo, que en lugar de vituperar este miedo hay que considerarlo como uno de los primeros elementos de la situación y tratar de ponerle remedio. Nada hay más importante. Pues esto concierne a la suerte de gran número de europeos a quienes, hartos de violencia y de mentiras, burlados en sus esperanzas más caras, les repugna tanto la idea de matar a sus semejantes para convencerlos como la de ser convencidos de la misma manera. Sin embargo, es la alternancia en que se coloca a esta gran masa de hombres de Europa, que no pertenecerá a ningún partido, o que no están cómodos en el que eligieron, que dudan de que el socialismo se haya realizado en Rusia y el Liberalismo en los Estados Unidos, que reconocen, no obstante, a aquellos y a estos el derecho de afirmar su verdad, pero los rehúsan de imponerla por la muerte, individual o colectiva