Perdona y olvida», se suele decir, y para nuestros magnánimos yos idealizados eso basta. Pero para nuestros yos auténticos la relación entre esas dos acciones no es directa. En la mayoría de casos tenemos que olvidar un poco antes de ser capaces de perdonar; cuando el dolor ya no está fresco, el insulto es más fácil de perdonar, lo que a su vez lo hace menos memorable, y así sucesivamente