De la sangre derramada al destierro
La poesía de Adolfo Sánchez Vázquez (ASV) es la voz de un filósofo que recupera un tiempo que ya no existe pero que no se va del todo. Desde "Un grito de muerte /cruzó por el aire"; a "Los cinco cuerpos cayeron / revolcándose en la sangre. / Yo los vi cómo cayeron / en la tarde agonizante". Aquí, el idioma es testigo perenne que denuncia el oprobio.
La sangre de espiga derrama gota a gota. Es el flagelo al pobre que se atreve a reclamar su derecho al pan. Sánchez Vázquez apunta con el dedo flamígero de la estética: "los peces homicidas" son complices que se mueven en la sangre derramada desde la espalda.
El castellano en el exilio es la voz que da cuenta de la infamia; es esa misma "lengua moribunda y sin olores". El poeta utiliza el artificio pero en realidad es la voz del filósofo que ante la pérdida irreparable evoca el siniestro.
En los poemas de la guerra, Sánchez Vázquez compadece "la sangre en la espesura"; es la voz el desierto, es consigna de "las ramas del dolor". Es el dolor inevitable donde "alza su copa la muerte".
En el poema Entrada a la esperanza aparece una remota posibilidad. Luego, en la Proclama alienta la denuncia. Contra "el fascismo que cierra los ojos de nuestros camaradas".
El agonizante fascismo "se esconde en su agonía / tras un muro de pulsos derrotados". Acaso, en un tiempo abierto, el triunfo sea del pueblo "donde crece la nueva vida".
Ya en México, Sánchez Vázquez escribe en exilio y añorancia. También hay una nueva realidad y nace su hijo: "Viviendo ese futuro con que sueño / parece que un tierno y callado oleaje / golpea dulcemente mis mejillas / y que unas manos menudas, muy menudas, / ya acarician mis labios y mi frente".
En el destierro, el poeta encuentra un oasis: "AMOR: tú me sostienes / como mástil intacto / en este duro bogar hacia otra orilla".
Reloj del alma es un poema de síntesis. ¿Qué pasaría "SI EL tiempo se quedara sin medida / porque todo reloj enmudeciera / y de pronto su huella se perdiera?" Sin duda, responde Adolfo Sánchez Vázquez: "el alma regiría lo abolido".